En casa, todo estaba preparado: las sábanas sobre el piso y las hierbas para sanar. El olor ácido de la brisa se mezclaba con el olor dulce del incienso. La luz del sol entraba por la ventana y llenaba el espacio de un cálido color naranja. Sus gritos iban de menos a más, la batalla había empezado.
Madre e hija – flor y fruto – habían vencido el infamando, el llanto de la recién nacida se confundía con los cánticos de los presentes.
La abuela Ixchel fue la encargada de separarnos, se llevaron mi ombligo a la milpa y lo enterraron al lado de algunas semillas, mamá me abrazó muy fuerte y al final lloramos juntas.

El 7 de septiembre de 2007, el parlamento polaco aprobó una ley que estableció la Karta Polaka (tarjeta polaca). Este documento confirma a sus titulares, polacos étnicos principalmente de la ex Unión Soviética, la pertenencia a Polonia y proporciona una lista de beneficios sociales si vienen a vivir, trabajar o estudiar en Polonia. No obstante, eso no significa que a estos polacos se les otorgue la ciudadanía polaca y sus respectivos derechos como ciudadanos. Como resultado de esto, el gobierno polaco creó un nuevo tipo de identidad polaca.

Karta Polaka en polaco es homónimo con Carta Polaca en español. Siendo española de origen polaco, utilizo junto a la fotografía mis propias cartas personales para crear una narrativa paralela entre los dos países: Polonia y España. Las historias recopiladas de los participantes de mi proyecto y los extractos de la guía de viajes “See Poland Next» (1933) complementarán mi propio texto.

Este proyecto es fruto de una reflexión sobre cómo se pueden contar en fotografía historias contemporáneas sobre identidad, ciudadanía o ‘Heimat’.

El tema general de este proyecto busca explorar los efectos físicos y psicológicos de los nuevos ritmos productivos sobre los individuos de la ciudad. En particular, los relacionados con la sobrecarga de trabajo y el síndrome de agotamiento laboral.

La premisa básica de este proyecto es que, gracias a la tecnología y a la configuración de una nueva ética global del trabajo, basada en el rendimiento extremo, los límites entre lo laboral y lo doméstico, se han desdibujado para siempre. Ya no solo trabajamos en la oficina, sino que debemos trabajar en todos lados y a toda hora. Y este hecho, por supuesto, viene generando cargas insoportables en los individuos, que ya no pueden parar, pero por dentro se sienten devastados.
Dream Work Places, se plantea así como una crítica hacia el ideal productivo moderno global, devenido en pesadilla.