A todxs nos enseñaron en el colegio que recibimos los genes de nuestra madre y nuestro padre, y que ese material genético define nuestros rasgos físicos, la inteligencia en ocasiones, e incluso la tendencia a heredar determinadas enfermedades.

Asumir que dentro de esa herencia – el trauma no afrontado – también se inscribe en los cromosomas de una misma línea familiar, ha sido un acontecimiento de grandes implicancias en mi vida.

Mamá perdió a mi abuela cuando era muy pequeña. Su trauma fue pospuesto por años, el dolor empezó a crecer dentro, y la oscureció a ella, y unos años más tarde a mi también.

Exploro los espacios mentales y heridas transgeneracionales que atraviesan nuestra historia. Busco encontrar las ausencias encarnadas en la imagen, a través de autorretratos e intervenciones al archivo familiar.