Laura Morales Balza

Ha venido el desaforado olor del cielo, por Laura Morales Balza:

Mi hijo murió a los trece años de edad, el 3 de febrero de 2013. Desde su partida atesoré sus objetos personales. Por la imposibilidad de verlos —o acercarme físicamente a ellos— resguardé lo que formó parte de su vida. Los sabía allí en latencia, incapaz de confrontarlos, como una constelación vital en permanente diálogo con mi orfandad al revés; esa condición sin nombre —en ningún idioma— que ha exigido un aprendizaje en mi relación con lo materno y con mi pasado.

Durante el aislamiento que han significado estos meses de cuarentena, tuve la necesidad de intentar reconstruir visualmente esas pertenencias que en muchas formas recreaba a partir de trazas de memoria.