Mi propuesta, guiada por un proceso meramente intuitivo, plantea la relación con las imágenes desde la contemplación sin buscar ofrecer respuestas que partan desde el plano intelectual, sino desde el puramente emocional y subjetivo.

Se trata de una reflexión sobre la esencia femenina, los cambios, transformaciones, paso del tiempo, etapas… concretamente se centra en ese periodo, en el que me encuentro, tras la maternidad, cuando desaparece ese gran objetivo de vida que nos inculcaron a la mayoría de las niñas de mi época, tener y criar a nuestros hijos.

Quería hablar sobre el después, cuando ya los hijos no nos necesitan, ya no somos imprescindibles, toca volver a aparecer desde lo que queda, encontrarse de nuevo, resurgir. Son años de fuertes reajustes, búsquedas, incertidumbres, aceptación de la perdida, reinvención, impotencia, a veces incomprensión… Momentos de cambio y luchas internas, altibajos emocionales.

No todas hemos pasado por estos momentos de la misma manera, pero desde luego son años importantes que a todas nos han hecho redescubrirnos de una u otra manera.

“Nuestra cultura literaria en occidente, tiene su origen en la literatura mítico-religiosa. Vivimos en esa ondulante danza, entre lo que narramos de nosotros mismos, y lo que otros narran de nosotros, existimos en ese claro-oscuro perpetuo de la definición.

Todos somos un eco lejano de Adán y Eva, aunque lo ocultemos en las sombras, porque la historia de Adán y Eva estructura nuestra forma de amar, se reinventa, se renueva.

Cuando creemos que amamos de forma autónoma, no estamos amando, sino encajando en prototipos de subjetividad amorosa, que nos condicionan nuestra manera de amar. Saber que todos somos una réplica condicionada de Adán y Eva y que el patriarcado, como un tótem, está instalado en la cultura occidental desde hace miles de años. La presencia de la religión excede la creencia personal. Es en una estructura que nos trasciende.”

Con estas palabras el escritor y divulgador de filosofía Darío Gabriel Sztajnszrajber, me alumbró sobre la importancia de analizar el Génesis desde la filosofía. Al escuchar su clase, comencé a conectar los puntos que fueron dibujando mi vida, desde la primera vez que escuché la historia de Adán y Eva. Una imagen tras otra, como en un carrusel. Me vino al recuerdo el colegio, con apenas 5 años, y el cura relatándonos esa historia por primera vez, y yo allí, dibujando un árbol, una serpiente y una manzana, en mi cuaderno de catequesis. Y desde ese dogma primigenio, a los años de ponerlo todo en duda, en ese eterno vaivén, que me lleva al reencuentro y al disfrute por volver a encontrarlos en las artes.

Al final Adán y Eva siempre han estado aquí, se han vestido y trasformado, desde las interpretaciones más oscuras, hasta las más bellas obras de arte, como podemos apreciar en los cuadros de Alberto Durero (Adán y Eva 1907) de Lucas Cranach el Viejo (Adán y Eva 1520-1525) y de Franz von Stuck (Adán y Eva 1920). Estos son algunos de los cuadros que más han inspirado mi proyecto. Todos somos Adán y Eva es un proyecto que toma conciencia de cómo un relato mítico que ocupa solo una página y media de la Biblia, pudo ser tan central en nuestras historias personales y en el devenir del mundo en general. A través de un imaginario onírico, influenciado por el surrealismo, interpreto a Adán como un caballo y a Eva como un conejo, dos animales relacionados con la fertilidad y la abundancia. Simbolizo la creación en un dialogo del animal con el ser humano. He elegido algunos versos bíblicos de los capítulos 1,2 y 3 y he creado una puesta en escena que cuento a través de dípticos. La creación de Adán y Eva la represento con la flor anturio, por tener la forma de un corazón. El huerto del edén, paraíso lleno de abundancia, expuesto en forma de pimientos y plátanos por su carnosidad y armonía cromática. La planta sansevieria y los cactus figuran como “los arboles deliciosos del edén”. La sansevieria es una planta purificadora y los cactus suelen asociarse con protección y fortaleza. La tentación de Eva y el fruto del árbol prohibido lo encarno con las manzanas. Las hojas de higueras con las que se cubren Adám y Eva en cuanto se encuentran desnudos, se muestran como una hoja de la planta monstera deliciosa popularmente conocida como “la costilla de Adán”.