Mi trabajo se basa en como el paso de tiempo y las experiencias vividas van transformando nuestro cuerpo y nuestra identidad. Las experiencias actúan como capas que vamos sumando a nuestra vida y que en ocasiones también nos quitamos. No somos una única persona, somos muchas versiones de nosotros mismos.

A partir de la dicotomía destrucción/construcción, se evoca el surgimiento de nuevos cuerpos a partir de los propios restos, desplazando, condensando o superponiendo los escombros para generar nuevas realidades físicas y emocionales. Se trata, pues, de generar otra armonía y otro orden; de establecer una rebelión contra la estandarización y la homogeneización que reduce el cuerpo a un único punto de vista.

Surge así una piel panorámica que cubre un cuerpo insumiso, deconstruido, ampliado y reencuadrado hasta quedar reducido a texturas; un cuerpo antinormativo rediseñado y concebido como un paisaje abrupto.

Mi concepto de cuerpo estratificado se crea a partir de autorretratos, rayogramas y quimiogramas, convirtiéndose la película de 35 mm intervenida en una capa más que se fusiona con el propio cuerpo.

Esta tarea de demolición (en la que desaparece todo carácter edificador), nos sitúa ante una corporeidad abierta y llena de posibilidades donde el principio de verticalidad es sustituido por el de derrumbamiento, dando lugar a una representación anarquitectónica del cuerpo.

A partir de esta visión personal de la ruina, surge la oportunidad de reelaborarse, de convertirse en otras realidades físicas o emocionales.

A lo largo de la vida vamos pasando por lugares, habitamos espacios y los llenamos de memorias con la intención de dejar una huella, una marca en el recorrido que hacemos en nuestra vida, pintamos paredes, decoramos habitaciones, tratamos de conquistar nuevos territorios y hasta construimos lo tangible e intangible pero se sabe que el contexto influye directamente en nuestro proceso dialéctico, en nuestra identidad… entonces qué tanto pasamos por los lugares o es que los lugares pasan sobre nosotros.

En este proyecto quiero hablar de los lugares que han pasado sobre mi, sitios donde me ha suscitado un hecho importante y se visualizan como mapas sobre mi piel.

Este proyecto nace antes de tomar y disparar con la cámara, su origen viene desde la propia acción de caminar, de recorrer paso a paso los lugares y rincones de un territorio que posteriormente como una antropóloga voy buscando y redescubriendo desde un autoanálisis para constituir una síntesis autobiográfica que agrupa una especie de cartografía, una constelación de referencias. Los contextos que han influido directamente en mi ya sea como una limitante o como un impulso a salir de esas líneas.

De la matemática a la poesía, de la poesía a la fotografía y de la fotografía, otra vez, a la matemática. Un viaje sinestésico en el que dejarse llevar por la razón, aprehendiendo con el corazón; una deriva desde lo intangible hasta lo tangible; y vuelta a empezar.

(Vol)verse cadáver es un proyecto de carácter instalativo compuesto por una serie de Polaroids intervenidas. Las imágenes, convertidas en objetos, casi en reliquias, ofrecen pequeños fragmentos de mi propio cuerpo, que se distorsionan con el forzado aditamento de lo orgánico; mis fluidos y mi cabello.

La pieza incide en la materialidad del cuerpo, en su caducidad, mostrando la descomposición de la carne –el devenir cadáver– a través de restos corporales como el pelo y sangre. La fotografía analógica Polaroid ya no es una instantánea que detenga un momento, no es inmóvil, sino que es capaz de evidenciar lo transitorio, lo caduco.

En esta suerte de autorretrato futuro, la arquitectura corporal es anulada mediante los procesos de fragmentación y abstracción. Se exhibe el cuerpo colicuado, la “no forma” corporal que sigue manteniendo conexión con el estado anterior a través de la materia, induciendo así una reflexión sobre los fenómenos cadavéricos que provocan la ruina del cuerpo.